Premio Hugo Nario

Premio Hugo Nario


El miércoles 9 de Nov. de 2016, se realizo en la Biblioteca Rivadavia, la entrega del Premio Hugo Nario, en la misma se otorgo al mejor promedio del Profesorado de Arte IPAT Nro 4 “Escultor Carlos Allede” este premio honorifico fue entregado a la graduada Mónica Aroza con promedio 9,40. 

El equipo directivo junto a la dirección de Mirta Caviglia, realizaron este acto de suma importancia para nuestra comunidad educativa donde se enaltece el trabajo de los estudiantes.
En esta misma ocasión se realizo la apertura de la muestra IPAT IMPRESO a cargo de las docentes Mariel Bichi y Mónica Porras junto a los estudiantes de 3er y 4to de Artes Visuales. 
Agradecemos la presencia de las autoridades de la Biblioteca Rivadavia a cargo de Gastón Morando, por sumar a nuestra institución este reconocido premio que nos otorga y nos extiende a la comunidad. Fotografía gentileza de Adrian Botellas y Sol Bianchini.

Compartimos palabras que realizo Hugo Nario en este acto 
El eros pedagógico 

Hay algunos amores que no se agotan nunca.
Y esto, (con perdón del que alentamos con Perla, mi mujer, que también lo experimenta por parecidas razones) es el que sentimos por la Biblioteca.
Aquí habíamos fundamentado cada uno –y todavía sin habernos relacionado entre nosotros- nuestros primeros conocimientos sistematizados. Aquí aprendimos –cada uno por su lado- la belleza de la poesía y el valor de la discrepancia. –Aquí escuchamos hablar de filosofía, de estéticas, de políticas y de ideologías. Aquí aprendimos… cada uno por su lado… a ser adultos.
Nosotros hemos terminado siendo caros deudores de la Biblioteca. Pero cuando creíamos que había llegado la hora de que empezáramos a pagar las deudas, la Biblioteca viene a completar su donación generosa instituyendo un premio que, para colmo, lleva el nombre de uno de los dos.
Este premio tiene una particularidad: lo hace enfocando a los alumnos del IPAT (Instituto del Profesorado de Arte) uno de los más prestigiosos establecimientos de formación terciaria. Los que somos o fuimos integrantes de su cuerpo docente, desde ahora les damos las gracias.
Esta distinción se otorga a quien ha alcanzado el mejor promedio del Instituto.
Pero eso no implica olvidar al de los otros, a los que quizá hicieron tantos o mayores esfuerzos por alcanzarlo, pero circunstancias varias lo impidieron. Sin ir más lejos, yo nunca fui abanderado ni escolta. Pero nunca me tuvieron como mal alumno. 
Es que el verdadero acto de educar y aprehender, se completa con el Espíritu que los ha animado.
No puedo cerrar estas reflexiones sin referirme a lo que profesionalmente llaman el EROS PEDAGOGICO.
(pido disculpas a los que ya me han escuchado hablar de él. Pienso en los jóvenes docentes y en sus ávidos alumnos que lo experimentan, quizá sin haberlo sabido. Y los envidio)
Esto no lo leí ni lo aprehendí en ningún libro. Pero de él nos hablaba la que fue nuestra profesora de Pedagogía en la Escuela Normal de 1947.
Se llamaba María Ortega de Pere. Ya preludiaba la alta madurez cuando fue nuestra docente por excelencia. 
EROS PEDAGOGICO equivale a AMOR DOCENTE.
Y nos decía que en todo acto educativo, el Docente no solo debía enamorarse de sus alumnos sino enamorarlos.
De no ser así, la enseñanza solo sería transmisión de conocimiento, pero no AMOR al conocimiento.
Los altos promedios de una carrera, no se alcanza con los conocimientos en sí, sino con el AMOR AL CONOCIMIENTO. 
Pero tampoco basta con que cada uno lo alcance separadamente.
Y ese amor no es excluyente sino abarcativo. 
Entiendo que los alcances de este premio instituido por la Biblioteca Rivadavia en acuerdo luminoso con el Instituto, se extiende a toda la comunidad educativa, del mismo modo que cada uno de sus libros y de sus disciplinas, no son únicamente para el mejor de sus lectores, sino para toda la comunidad que quiere aprehender a ser mejor persona.
Y mejorar con ello a la sociedad. 

 

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